martes, 19 de noviembre de 2019

Cambios en el rol de la mujer- Transición demografica


Transición demográfica


La transición demográfica, también llamada revolución demográfica o revolución vital, consiste esencialmente en el paso de los niveles de natalidad y fecundidad altos y sin control, a niveles bajos y controlados, a través de un período intermedio dentro del cual el descenso de la mortalidad antecede al de la natalidad, generando un crecimiento rápido de la población. De acuerdo con esa evolución, la población humana, en el pasado, se mantenía constante numéricamente o se expandía muy lentamente, en función de las oscilaciones de la mortalidad, de tendencia alta, y de una fecundidad relativamente constante, de nivel alto también. Durante la Revolución Industrial, la fecundidad permaneció por algún tiempo alta y sin control, mientras que la duración de la vida aumentaba, generando así un crecimiento demográfico sin precedentes.



Durante los siglos XVIII y XIX, las tasas de natalidad comenzaron a descender, primero en Francia y Estados Unidos y posteriormente en los demás países industrializados, como consecuencia de un control deliberado de los matrimonios. Este descenso en las tasas de natalidad redujo el ritmo de crecimiento, aunque la mayoría de las poblaciones de los países industrializados muestran en la actualidad tasas de natalidad superiores a las de mortalidad.

Esta transición, considerada por algunos autores como la contrapartida dentro del plano de población de las revoluciones industrial, agrícola y comercial, es producto del avance tecnológico y de la modernización que acompañaron al proceso global de industrialización y urbanización.


Fases demográficas 


Fase uno
 En el primer estadio -típico de las sociedades preindustriales- las tasas de natalidad y de mortalidad son muy altas, por lo cual el crecimiento natural o vegetativo de la población es muy lento. 

Este estadio es el que ha caracterizado la historia de la humanidad desde sus orígenes hasta el siglo XVIII. A modo de ejemplo: en la edad media y la edad moderna las tasas de natalidad y mortalidad se situaban cerca del 40‰ o 50‰, es decir, nacían muchos niños pero, al mismo tiempo, la mortalidad era muy elevada incluso en los años ordinarios (por la inseguridad vital, la deficiente alimentación, higiene, sanidad, etc.), y mucho más en los años de mortalidad catastrófica suscitada por una coyuntura de crisis (mortalidad provocada por guerras, hambrunas o epidemias). 

El crecimiento vegetativo es reducido, pero positivo en los años normales, mientras que las variaciones cíclicas ligadas a la mortalidad catastrófica de los años críticos hacen disminuir drástica mente la población; con lo que a largo plazo la población no suele crecer mucho.


Fase dos
 Es propio de países en vías de desarrollo. Los índices de mortalidad bajan de forma repentina gracias a las mejoras en las técnicas agrícolas (que aumentan los rendimientos), las mejoras tecnológicas, los avances en medicina y alfabetización. Estos cambios contribuyen decisiva mente a alargar la esperanza de vida de las personas y a reducir la mortalidad. 

Por el contrario, en este segundo estadio las tasas de natalidad se mantienen muy altas (puede incluso elevarse si las mejoras económicas incentivan una disminución de la edad del matrimonio), razón por la cual se produce un desequilibrio que se traduce en un incremento muy importante de la población. 

La tasa de mortalidad desciende, la tasa de natalidad se mantiene elevada; como consecuencia, el crecimiento vegetativo es cada vez mayor. 



Fase tres
 Los índices de natalidad inician un importante descenso motivado por el acceso a la contracepción, la incorporación de la mujer a la educación y al mercado laboral, el acceso al estado de bienestar, el proceso de urbanización, la sustitución de la agricultura de subsistencia por la agricultura de mercado, junto con otros cambios sociales. 

La tasa de mortalidad continúa la tendencia bajista iniciada ya en el estadio 2 y, por esta razón, el crecimiento demográfico en esta tercera fase continúa siendo relativamente alto. 

La tasa de natalidad desciende, la tasa de mortalidad ya ha alcanzado cifras bajas, con lo que el crecimiento vegetativo se ralentiza.

Fase cuatro
 Este último estadio es típico de las sociedades postindustriales y se caracteriza porque la tasa de mortalidad se reduce hasta alcanzar mínimos históricos y la de natalidad se iguala prácticamente con ella. Al estar las tasas de mortalidad y natalidad en cifras similares y bajas el crecimiento natural de la población se ralentiza hasta hacerse mínimo o prácticamente nulo pero por razones totalmente opuestas a las del Antiguo Régimen Demográfico en las que las altas cifras de mortalidad impedían el crecimiento de la población. 

Fase cinco



 Ésta es una Nueva fase al modelo inicial.


Cambios de la mujer a lo largo de la historia


A pesar de estar actualmente en la edad de mayor progreso político, social y económico, la mujer sigue, en mayor o menor medida, injustamente relegada a un segundo plano. Los expertos coinciden en que el papel de la mujer, en la prehistoria, no solo era fundamental, sino que es muy posible que las sociedades primitivas fueran de mercado corte matriarcal. La vida social giraba en torno a las actividades prestadas por las mujeres: mantenimiento de la salud e higiene del hogar, cuidado de la familia, o enseñanza de los pequeños, por ejemplo.

A pesar de ser actividades puramente domésticas, nada hace pensar que el hombre primitivo dominara sobre la mujer, es más, se sabe de la participación activa de las mueres en cuestiones religiosas, y a la figura materna se le rendía culto, adorándola como muestra de fertilidad y prosperidad. 

La sociedad comenzó a asumir el pasado de las mujeres como diferencia principal entre sexos. La mujer era la mera administradora de una familia que era dirigida por el hombre. Ese rol se ha mantenido invariable varios miles de años, con las excepciones dadas por el estatus económico y político.

Durante la antigüedad clásica, las mujeres estaban sometidas a sus padres o maridos y nunca tuvieron acceso a la totalidad de derechos otorgados a los ciudadanos varones. 

Durante la república romana y entre las clases altas fue practica común utilizar los matrimonios para consolidar relaciones publicas. A estas mujeres aristócratas se las conocía como matronas y aunque no tenían las obligaciones de amas de casa exigidas a sus esclavos, se les suponía ejemplo de decencia comedida, castidad y madre ejemplar.

Las mujeres no podían votar o ser elegidas en cargos de elección y los autores romanos defendían la dedicación femenina a las labores domesticas, como la costura y con sus escritos trataban de perpetuar este rol limitado al ámbito domestico. Aquellas mujeres que llegaban a los 45 años los hacían en no muy buenas condiciones de salud debido a una maternidad retirada, el trabajo en las haciendas y en labores de la domus.


También hubo mujeres poderosas, emperatrices que estuvieron detrás de algunas decisiones importantes del imperio romano como Livia o Plotina que sin embargo han pasado a la historia como mujeres perversas gracias a las criticas de implacables poetas.

Durante la edad media, si cabe, es mas acentuada la visión de la mujer como un ser "inferior", por culpa de la religión. Y esa visión sociocultural no comenzó a disolverse hasta el Renacimiento, donde se tomo a la mujer como ejemplo de pureza y honestidad, pero todavía con ausencia de derechos sociales.


La revolución francesa, con las declaración de derechos del hombre y el ciudadano, marco un punto de inflexión. Pero aun así, tuvimos que esperar hasta el siglo XX para ver una verdadera intención de eliminar cualquier tipo de diferencia entre hombre y mujeres.

En España no fue hasta la II República, con la Constitución de 1931 y con la firmeza de Clara Campoamor, cuando se suprimió cualquier ambigüedad en la interpretación de la declaración por seos, clase social, riqueza, creencias e ideas. A pesar de haber entrado en la edad contemporánea, ha habido pasos hacia adelante y hacia atrás, originando la necesidad de la aparición de los movimientos feministas.

Actualmente, en pleno siglo XXI, siguen siendo una necesidad dichos movimientos, luchando por una justicia que todavía no se da. En determinadas culturas, como la musulmana, la mujer casi es un objeto, en relación con nuestra cultura occidental.

Pero la cultura occidental tampoco le otorga el debido protagonismo. La desigualdad se hace evidente, por ejemplo, en las cotas de responsabilidad y remuneración en muchos sectores.






Para pequeña presentación a cerca del rol de la mujer:
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Para mas información de:
Transición demográfica, click aqui
Cambios en el rol de la mujer: click aqui

1 comentario:

  1. En varias entradas, faltan tildes
    4 - no debió verse la URL en el link
    5 - sin hacer
    6 - Kizoa: faltan tildes
    7 - Prezi: faltan tildes - faltan videos, imágenes y links a fuentes de info
    8 - en Emaze: faltan tildes, falta video y es muy grande para el espacio disponible en la entrada
    9 - los links debieron abrirse en nueva pestaña

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